Corrí y corrí con desesperación.
Rápidamente avancé a ninguna parte.
Con punzadas en el corazón,
harto el pobre de callarse.
Sentí la oscuridad en mi piel,
el seco abrazo del viento.
Un amargo sabor a hiel
reflejaba en mi boca el tormento.
Y de repente paré
y decidí sincerarme
una vez más me enamoré
de la luna que volvía a mirarme.
A ella conté mi pena,
a ella ofrecí mi sangre,
a ella que me condena,
a ella que sabe amarme.
Por mis ojos destellos de plata,
en mi cabeza paz.
Corazón que ya se calma,
brilla una estrella fugaz.
Luna que estás en mí
esta noche como tantas
mirarte me hace feliz.
Una enorme paz tan grata
cada vez que pienso en ti.
Sola durante siglos
con tu bella cara marcada
eres hermoso cobijo
en esta mi noche encantada.
A ti te canto mi pena,
a ti te ofrezco mi sangre,
a ti que me condenas
a ti que sabes amarme.
Que poema tan bonito a la señorea luna.
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